La palabra “polímata” sirve para designar a alguien que, dotado de una gran inteligencia y curiosidad científica, atesora una vasta gama de conocimientos en distintos campos del saber. También suele llamárseles “sabios” y “eruditos”.

Cada vez es más raro encontrar este tipo de personajes, dada la actual tendencia a la especialización que prevalece en el mundo científico y en casi todos los campos de la vida; pese a que, los polímatas fueron muy comunes en siglos anteriores. A muchos de ellos les debemos importantes descubrimientos y obras maestras.

Wikipedia, nuestro erudito global, nuestro moderno mago de Oz, nos dice que Aristóteles escribió cerca de 200 tratados que abarcan materias tan dispares como la biología y las ciencias políticas. Además estudió los planetas, la configuración física de los seres vivos y la constitución moral de las personas. Por su parte, el gran Leonardo da Vinci cultivó la pintura, la escultura y la música; inventor, ingeniero, arquitecto, botánico, poeta y urbanista. Fue un hombre adelantado a su época, pintó algunas de las obras más importantes del arte occidental; diseñó los prototipos del helicóptero, el automóvil, el submarino y el tanque de guerra; además de estudiar la anatomía humana y de otros animales.

Nuestro polímata de hoy es Jean Jacques Rousseau (1712-1778). Sus ideas impulsaron no sólo revoluciones republicanas y movimientos de independencia en países como Estados Unidos, Francia y México, sino que inspiraron el pensamiento de importantes pedagogos. Fue un genio que dejó tras de sí una obra enorme, no sólo por su prolijidad, sino por sus alcances. Cultivó el género de ensayo, como ahora se conoce, y escribió sobre distintos temas: política, jardinería, música, amor, economía, historia. También compuso óperas, escribió un par de novelas, obras de teatro y una autobiografía; además estudió y clasificó diversas especies de plantas.

Rousseau nació en la ciudad de Ginebra, Suiza, al pie de los Alpes, muy cerca de la frontera con Francia. Este hecho marcaría profundamente su destino: el diario espectáculo de aquel paisaje inmenso, los rigores del clima, el marcado paso de las estaciones, la red de caminos y senderos a través de valles y montes hicieron de él un gran caminante y un observador asiduo de la naturaleza. De hecho hay en toda su obra una preocupación constante por los límites entre la civilización y el mundo natural. Rousseau, quien vivió en los albores de la modernidad y jamás se sintió a gusto en las ciudades, advirtió de los peligros que conlleva el divorcio entre el hombre y la tierra, siendo el más insidioso la pérdida de la libertad. Ésta es su mayor crítica contra la educación y las instituciones de su tiempo. 

Su principal escrito sobre educación, titulada precisamente Emilio o la educación, inicia con la siguiente diatriba:

Todo es perfecto cuando sale de las manos de Dios, pero todo degenera en las manos del hombre. Obliga a una tierra a que dé lo que debe producir otra, a que un árbol dé un fruto distinto; mezcla y confunde los climas, los elementos y las estaciones, mutila su perro, su caballo y su esclavo; lo turba y desfigura todo; ama la deformidad, lo monstruoso; no quiere nada tal como ha salido de la naturaleza, ni al mismo hombre, a quien doma a su capricho, como a los árboles de su huerto.

En este libro, publicado en 1762, Rousseau parte de una situación ficticia en la cual él mismo figura como “guía” de un muchacho que existe sólo en la imaginación para criticar los preceptos de la educación tradicional; basada en la memorización, el aprendizaje de conceptos abstractos y la estricta disciplina.

Rousseau establece tres tipos de educación de acuerdo con su procedencia de: la naturaleza, los hombres y las cosas. La educación de la naturaleza “es el desenvolvimiento interno de nuestras facultades y nuestros órganos”; llama educación de los hombres al “uso que aprendemos a dar a dicho desenvolvimiento o desarrollo por medio de las enseñanzas” y educación de las cosas a la “adquirida por nuestra propia experiencia sobre los objetos que nos afectan”. La educación ideal surgiría del equilibrio entre estos tres tipos de educación; sin embargo, ésta es una contradicción pues la educación de la naturaleza forma hombres libres, mientras que la educación de los hombres forma ciudadanos, es decir, individuos cuya libertad, heredada naturalmente desde el nacimiento, está necesariamente limitada por la voluntad general de la que ellos mismos forman parte.

Rousseau criticó duramente a las escuelas de aquella época, a las que llamó “establecimientos irrisorios”, acusándolas de hacer dobles a los hombres e inocular en ellos el miedo y el deseo de recompensa. En su obra insiste en la necesidad de que los individuos aprendan al ritmo de la naturaleza y no al tiempo de la sociedad, y de que el interés y la utilidad sean el principal motor del aprendizaje y no la obediencia a la autoridad.

Es por ello que su proyecto pedagógico persigue la enseñanza “del oficio de vivir, todo cuanto deba ser un hombre y sepa serlo”. Para Rousseau, la verdadera educación debe ser aquella que prepare a los hombres para enfrentar lo bueno y lo malo de la vida, por lo que debe consistir “menos en preceptos que en ejercicios”.

Los aportes de Rousseau a la educación, la psicología y en general a las modernas ciencias sociales son enormes. Al advertir la contradicción entre las demandas de la naturaleza y las de la sociedad, Rousseau anticipó lo que a Freud y compañía les tocaría desarrollar un siglo y medio después: la relación entre civilización y neurosis. Su preocupación por la acelerada tecnificación que comenzaba en su época fue compartida posteriormente por filósofos como Heidegger, Zygmunt Bauman y el actual movimiento ambientalista. La idea de una educación libre acorde con la naturaleza e intereses del niño inspiraría los proyectos de importantes pedagogos como María Montessori, Celestin Freinet y John Dewey, Ovide Decroly, entre otros.

En su época, Rousseau padeció persecución y exilio. Sus ideas políticas y pedagógicas le ganaron la enemistad de los gobiernos monárquicos, de la iglesia católica y protestante, así como de otros intelectuales de la época como Voltaire y Diderot. Algunas de sus posturas, como el papel que debían desempeñar las mujeres en la sociedad: agradar al marido, procrear y criar hijos, despiertan polémica e indignación hoy en día. También son controvertidos algunos episodios de su vida, como el hecho de haber entregado sus cinco hijos al hospicio. Por otro lado, si bien ha habido intentos notables por hacer realidad su proyecto político y educativo, éste se halla muy lejos de cumplirse.

Con la finalidad de ahondar más en su idea de educación la Universidad Pedagógica Nacional, a través de la Dirección de Difusión y Extensión Universitaria, específicamente la Subdirección de Fomento Editorial presenta la antología Algunos protagonistas de la pedagogía: vida y obra de grandes maestros donde encontrarás, entre los imprescindibles, a Juan Jacobo Rousseau.

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Referencias

Rousseau, Jean Jacques. Emilio o la educación Recuperado de http://peuma.e.p.f.unblog.fr/files/2012/06/Emilio-ROUSSEAU.pdf, el 8 de agosto de 2017.

Rousseau, Jean Jacques. “Jean Jacques Rousseau”. En Wikipedia. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Jacques_Rousseau, el 8 de agosto de 2017.

Soëtard, Michel. (1994). Jean Jacques Rousseau (1712-1778). Perspectivas: revista trimestral de educación comparada, XXIV (3-4), 435-448. Recuperado de http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/rousseaus.PDF, el 8 de agosto de 2017

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  • Última Actualización:Martes 16 Abril 2024.
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